domingo, octubre 03, 2010

Ruta de los pantanillos en Puertollano

Con cuatro magníficas del 7º, aprovechamos el sábado para hacer una ruta fuera de calendario por los pantanillos de Puertollano. Salimos en dirección sur, por al vía verde que va a la dehesa boyal, pasando junto a las ruinas de la otrora próspera zona minera del sur, y por delante de la central de Sevillana (hoy E-on), que bufaba NOx y SOx varios mientras producía la electricidad que mueve este ordenador.

Tras coronar el puerto de Mestanza, tomamos una vieja carretera que nos llevó a la "segunda central elevadora", creo que del abastecimiento de Puertollano. Allí, unas viejas casas del bombeo nos hicieron desear tener derecho privado de expropiación.

Tras pasar por un tramo muy bonito junto a un arroyo, y tener que torear a un novillo que no nos dejaba pasar y que a alguna le hizo plantearse que nos diéramos la vuelta, llegamos al embalse de Montoro. Bordeamos el embalse por la nueva variante de la carretera, y nos hicimos una foto en la nueva presa.

Poco más adelante, y tras comprobar lo pobladas de bellotas que estaban las encinas, pasamos junto a una curiosa casilla de peones camineros, situada pocos metros antes de la salida hacia minas de Diógenes. Por la tipología, diría años 20, la primera vez que veía una así.

Pasamos por la finca de Valdefuentes, donde vimos a una oveja que acababa de parir tres corderillos en mitad del camino. Para no incordiar, no paramos a hacer fotos. Poco más adelante, ya Paramos a comer en el pantano de Montoro II, con un paisaje espectacular, acompañados de algunos pescadores.

Después llegamos al embalse de Tablillas. La zona todavía más espectacular, la bajada de vértigo, la subida, de mareo (porque llevábamos la comida en la boca ;-)

Desde allí, subida a ritmo hasta Cabezarrubias del Puerto, donde nos tomamos unas cocacolas y avituallamos agua. Desde allí, subida de nuevo al puerto, bajada guapa guapa hasta la dehesa boyal, donde nos tomamos un heladito, y desde allí, cuesta bajo, a Puertollano, a los coches.

Conclusión: Sesenta y pocos kilómetros de buena compañía, paisajes espectaculares y me temo, que despedida del verano

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