miércoles, agosto 01, 2012

Belfort

Segunda etapa del viaje a Francia, Belfort es una ciudad fronteriza cercana a Suiza y Alemania donde la historia situó varios sitios en las habituales guerras con los alemanes. En la Franco-prusiana, cuando los franceses perdieron Alsacia y Lorena, se quedaron con Belfort, que resistió heóricamente el sitio. Para conmemorarlo, el escultor Frédéric Auguste Bartholdi hizo el enorme León que descansa al pie de la ciudadela. Bartholdi igual no te suena, pero hizo una estatua muy grande que los franceses regalaron a los americanos y que recibía a los inmigrantes en Nueva York...

Llegamos a Belfort el mismo día que salió de allí una etapa del Tour de Francia, con lo que todavía quedaban coches y camiones de la caravana ciclista. En Francia, cuando el Tour pasa por una ciudad, toda ella se vuelca con el acontecimiento y las bicis lo llenan todo.

Todos los comercios colocan bicis en sus escaparates y pugnan por ser los más imaginativos y creativos y, como se ve arriba, lo consiguen plenamente.

En la plaza principal de Belfort, la organización del Tour había colocado un pantalla gigante para que los ciudadanos pudieran seguir la etapa del día, sentados a la sombra, tomando cervecitas, pas mal.

Visitamos la ciudadela que tiene un buen museo de las diversas guerras por allí acaecidas, y además, se pueden visitar las muchas galerías subterráneas siguiendo un interesante montaje audiovisual, solo disponible en francés, inglés y alemán (el español no es relevante, se ve).

En la pared de la ciudadela unos militares se dedicaban a bajar rapelando, se les ve pequeños en la imagende arriba, pero se les ve.

En la ciudadela se conserva un M4 Sherman de la Segunda Guerra Mundial en el que parece que falleció un libertador famoso de la ciudad.

En la parte trasera de la ciudadela hay un pequeño cementerio en el que reposan casi mil soldados franceses muertos en la primera guerra mundial. Se ve que el frente estuvo por aquí cerca también. Belfort es una ciudad pequeña, pero curiosa de visitar.

Cerca está Ronchamp, pequeño pueblo conocido por la iglesia que a sus afueras construyó Le Corbusier. Decidimos tomar un regional para ir de visita, con tan mala suerte que el tren se averió (más bien la vía, parece que se rompió un carril), de modo que llegamos con retraso y, pese a correr todo lo que pudimos, cuando llegamos a la iglesia, nos encontramos con la puerta cerrada.

Así las cosas, solo pude hacer la foto de arriba desde el exterior. No pasa nada, habrá que volver. En todo caso, tuvimos nuestro premio, un bonito castillete de hormigón de una mina de carbón bastante bien recuperado.

Y así termino el viaje a Francia, con éxito de crítica y público.

2 comentarios:

Nautijorge dijo...

El castillete de la mina está bien, pero... personalmente me quedo con Le Corbu ;-)
Un abrazo, amigo viajero!

caius dijo...

La verdad es que parece que han hecho un parque temático de la pequeña iglesia de Ronchamp. Estos franceses son unos genios sancando partido a su patrimonio, cuanto tendríamos que aprender. En la estación tres japoneses con pinta de estudiantes de aquitectura y algún que otro friki más. Cuidate,navegate.