miércoles, diciembre 05, 2012

Cicloturista en La puebla de Don Rodrigo


El domingo pasado terminamos algo que habíamos dejado a medias hace unos años, en 2008,y era terminar la ruta del robledal de la Puebla de Don Rodrigo.  En aquella ocasión la buena de la Grisley se apuntó a otra comida anual del 7º, este año la TREK renovada y un servidor nos apuntamos a una cicloturista organizada por los de la Puebla, y que, como se puede ver en la foto de arriba, tenía por estrellas del cartel a una buena representación del 7º, precisamente una foto de aquella ruta del 2008. El tiempo pasa, pero ahí seguimos nosotros, dando pedales.


Igual que la otra vez, el tramo más espectacular es la subida por el robledal, que pierde sus hojas en otoño y crea una alfombra de follaje un tanto incierta para ciclar, ya que esconde todo tipo de sorpresas: piedras, charcos, barros, roderas, setas, rolexes, etc.

Tras el robledal, un espectacular bosque de pinos repoblados, cerrado, húmedo y habitantes que no vimos pero pudimos oír (de esos que tienen cuernos). De repente, el bosque se abre para salir a un espectacular paisaje abierto, donde se divisan sierras a lo lejos de lo que ya debe ser Extremadura.

Nos lanzamos a bajar, tras saludar a un grupo de alegres senderistas del 7º bastón, a toda caña, por una pista cómoda y poco peligrosa. Abajo paramos para repar un pinchazo, y me acerqué a un arroyo de aguas cristalinas (si, ya lo sé, todos los arroyos son de aguas cristalinas).

Vuelta por la pista paralela al arroyo, alguna parada más para reparar pinchazos y para fotografiar la miniprimavera otoñal. La verdad es que a veces, parecía que estábamos en el norte.

Claro, que la presencia de ovejas en vez de vacas nos recordaba enseguida que seguíamos en Ciudad Real (iba a poner la Mancha, pero esto de Mancha no tiene nada). La ruta terminó con una estupenda caldereta al sol que, al final del día, hizo tablas con el frío de la mañana. Una cosa menos que nos queda por hacer.

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